La primera connotación que sacamos de la corrida de la Beneficencia no ha sido otra que, ha tenido la peor entrada del año en Madrid. Si no lo veo no lo creo aunque, en el mundo de los toros ya me lo creo todo. Tengo la sensación de que la gente ha olido lo de la farsa que yo comenté, por cierto, nadie me ha desmentido, razón por la que más de ocho mil personas no han querido acudir a esta farsa.
Ha acudido, como era protocolario El Rey de España que, el hombre no sabe lo que se cuece en los toros y, como primer español ha acudido a las Ventas, algo que le honra, como ha sucedido con la señora Isabel Díaz Ayuso y, como asesor del Rey, nuestro Ignacio Sánchez Mejías de la actualidad, Luis Francisco Esplá Mateo.
Toros de tres ganaderías que no han aportado gloria alguna al toreo pese a que, Juan Pedro, aunque nadie lo crea, ha traído a Madrid toros muy bien presentados y, alguno, muy encastado. Victorino del Río ha lidiado uno con muy buen son mientras que, lo de Daniel Ruíz ha sido lamentable, de forma concreta en su primer toro.
Corrida muy rara, es la verdad; aquello olía a nada bueno y así ha sucedido puesto que, Castella y De Justo han estado “inmensos” pero nada ha trascendido a los tendidos. Castella ha tenido un primer enemigo dulzón, iba, venía, volvía, pasaba y el francés le ha enjaretado pases de todas las marcas y, tras un pinchazo y estocada nadie ha dicho nada. ¿No quedamos en que había toreado de forma espléndida? Quizás no lo fuera tanto. En su segundo de Juan Pedro, un toro encastado que, a las primeras de cambio la he dado una voltereta con el capote por la propia inercia del toro, todo ello sin menor consecuencia. El animal, como decía, aunque parezca mentira tenía su punto de casta y Sebastián ha estado muy voluntarioso. Todo parecía perfecto pero, algo nos decía que no pasaba nada. El diestro, tras una gran estocada ha dado la vuelta al ruedo.
No ha tenido su tarde Emilio de Justo que, una vez más, por culpa del diablo no ha cuajado nada. En su primero que no era ni bueno ni malo pero sí de Juan Pedro, lo ha intentado con enorme voluntad pero aquello no ha trascendido a lado alguno. Ha matado muy bien pero sin resultado alguno positivo para el diestro de Torrejoncillo. En su segundo, de Victoriano del Rio, toro noble y bobalicón, Emilio no ha encontrado la solución porque, dicho en honor a la verdad, De Justo, sin la emoción del toro se diluye como un terrón de azúcar. Otra vez ha matado de forma rotunda y nadie ha dicho nada.
Adrián ha tenido la cara y la cruz, en su primero de Daniel Ruíz, un burro con cuernos, sin trapío ni fuerzas, no ha servido para nada, salvo para coger a Fernando que ha tenido la fortuna de no ser herido. Un toro asqueroso que nadie entiende cómo pasó el reconocimiento y, lo que es peor, cómo el presidente no lo ha devuelto. Para su suerte, Adrián, ha tenido la fortuna de que le saliera un burro esperado de Juan Pedro, un toro de tenía más bondad que los colaboradores de Cáritas por aquello de hacer el bien. El animal no se ha cansado de embestir, tenía dulzura para parar mil trenes, ayuno de emoción, por supuesto, pero embestía como un carretón que, Adrián ha estado muy digno, no le servirá para nada su gran éxito, dos orejas, pero que debe disfrutarlas el muchacho puesto que, animalitos como el citado no salen todos los días y hoy le ha tocado a él. Juan Pedro debe estar gozoso, si quería un toro noble, le ha salido pero, las dos orejas han sido un premio excesivo porque no ha habido emoción alguna en la faena; belleza, sí, pero insulsa y sin recuerdo alguno para el día de mañana, que es mañana precisamente. Y recordemos a David de Miranda que, con un toro de Juan Pedro salió por la puerta grande y, el chico está sentado en su casa.
Me alegro por Fernando Adrián porque, pasado el tiempo, un día les dirá a sus nietos que, un día de la vida cortó dos orejas a un toro de Juan Pedro en la corrida de Beneficencia en Madrid, amén de haber cortado otras tantas veinte días antes y, es posible que el nieto le diga: “Y si aquello era tan grande, cómo no llegaste a la cima, abuelo. Eso sí, como me ha contado, un torero del siglo XX, El Niño de la Capea, se compró tres fincas en un rato y tú vives de la caridad.” «Calla niño, que esas preguntas no se le hacen a tu abuelo» En fin conjeturas mías que nadie debe de tomar en cuenta.