El cartel confeccionado por Alberto García en esta tarde jienense no podía ser mejor. Reunía el empresario a los tres toreros más artistas del escalafón, con permiso de los poquitos que existen. Era, sin duda, el cartel del arte por excelencia. Está clarísimo que, este empresario, además de ello, es un gran aficionado, hasta el punto de apoderar a Emilio de Justo, sin duda alguna, el torero más emotivo de la actualidad.

Se han corrido seis toros de Santiago Domecq de muy distinta condición, eso sí, para nuestra fortuna no ha salido el burro con cuernos que aburre hasta Dios. Todos queríamos más, como dice la canción pero, lo que pretendemos los aficionados tiene tintes de milagro y, en honor a la verdad, lo de esta tarde nos ha parecido muy hermoso. Y fijémonos que, los toros tenían una presencia agradable, daba gloria ver los pitones de los toros pero, algunos han sacado una casta inusual en este tipo de ganaderías.

Debutaba, como sus compañeros, Diego Urdiales en dicha plaza. En su primero no ha sido posible nada por la nula condición de su enemigo que, rebrincaba, se marchaba hasta los cerros de Úbeda, todo menos atender al matador que, en sus inicios ha estado sublime en los primeros doblones al toro. Urdiales lo ha intentado por todos los medios y el toro le ha descompuesto todas sus ilusiones. En su segundo, casi idéntico al anterior, a base de entrega, paciencia, torería y enorme valor, Diego ha conseguido pasajes muy bellos con ambas manos; había que estar muy firme y entregado con ese animal que, regalaba de todo, menos embestidas claras. Ha quedado patente la grandeza lidiadora de Urdiales y, pese a las casi nulas condiciones de su oponente, ha estado en auténtico maestro. Estocada de ley y oreja justísima, ganada ante un toro nada sencillo que, como se comprobó, por momentos quería comerse al diestro.

Emilio de Justo ha sido el triunfador absoluto de la tarde en la que, de la emotividad y la torería ha hecho una norma hermosa. La vibración que tenía su primer toro en sus embestidas era imponente. Un toro para toreros pese a que estábamos en un pueblo. Tanto con el capote, al igual que con la muleta, De Justo ha dado una lección de torería, gusto, honradez y saber estar digno de los mejores toreros del escalafón que, a este paso, ya deberíamos decir todos a coro que De Justo es el mejor. Emilio ha conseguido que los aficionados vibrásemos con su labor, algo muy en desuso por parte de muchísimos diestros que nos aburren de forma soberana, mientras que él, insisto, ha estado sensacional. Estocada fantástica y dos orejas de ley. La vuelta al ruedo para el toro entiendo que sobraba pero yo no era el presidente del festejo. Otra oreja ha cortado en su segundo que, posiblemente, con el mejor toro de la tarde Emilio ha toreado a placer; a este hombre no se le resiste nada porque con el capote, al igual que con la muleta raya a una altura insospechada. Como digo, hemos visto vibración, entrega, peligro y, al final, como resultado, un diestro triunfador con toda ley que, de no haber precedido a la magnífica estocada los dos pinchazos que ha dado, su triunfo era de rabo.

Derraba el cartel otro artista inconmensurable que, al parecer, los taurinos ya se  han dado cuenta que es mejor que el ochenta por ciento del escalafón y ya le están dando cancha. Hablo de Juan Ortega que, en su primero se le han dormido los brazos en cuatro verónicas maravillosas que, por si solas, ha merecido la pena verle y, lo que es mejor, narrar estas emociones que hemos sentido. Ya en la muleta el toro era ilidiable porque no quería saber nada de su matador. Ortega lo ha intentado por ambas manos pero su tarea ha sido baladí. Al entrar a matar se ha llevado un revolcón de aúpa que, al final, aunque ha matado el sexto, se ha llevado una cornada interna, de las que no sangran, pero que el torero queda herido y mermado de facultades. En su segundo, de idénticas condiciones, no ha podido hacer nada con el capote y, lo que es peor, con la muleta presagiábamos que no veríamos nada pero, amigo, la paciencia de Ortega por encontrar las embestidas que él pretendía ha tenido su premio. Han sido cuatro series en las que el sevillano se ha sentido así mismo y nos lo ha trasmitido a los demás. Torería al más alto nivel con ese regusto que Dios le ha dado para que, sin pretenderlo, con su toreo, ridiculice a muchos que dicen ser figuras del toreo. Una oreja como premio cabal a su torería innata.

Pla Ventura