Cronica Alexa Castillo. Fotografia Fabian Barba Saludando

En México cuando hablamos de la Feria Nacional de San Marcos, estamos hablando la feria con más tradición, con más salero y sabor que existe en México desde hace 190 años. En definitiva no hay un serial que se compare ya que el ambiente que se vive en Aguascalientes no existe en ningún otro lugar del país. En España hay muchas ferias importantes y destacadas, Sevilla por ejemplo, que además este año casi coincide, separada sólo una semana. La gente se vuelca por asistir a la Maestranza, y los enganches, el colorido y el esplendor con que se acompaña, solo lo podemos comparar, a su nivel, con nuestra feria Sanmarqueña.
Y así, este año arranca la feria.
Se registró menos de media entrada en la Monumental, en la que se lidiaban toros de la local ganadería de San Isidro que estuvieron justos en presentación, aunque desiguales en ésta y en el juego que dieron. Un minuto de aplausos en memoria del periodista taurino Alejandro Hernández al término del paseíllo
Jerónimo, un torero con un sello propio y que está recuperando el interés del público en el país dada su personalidad única, ha dejado un bosquejo de su arte, un apunte apenas de lo que lleva dentro. A su primero con esas estéticas maneras, lo lanceó para ser reconocido. Tal parecía que la tarde pintaría para más. Pero la fiesta es así y el de San Isidro decidió no colaborar, dificultando la labor del diestro, que como ese fino pintor trazó artísticos detalles. La culminación tuvo defectos y escuchó una cerrada ovación.
Con su segundo mostró la fina tinta, que con la pluma de un cisne puede delinear una obra maestra. Con gran paciencia a pesar de que las condiciones de su enemigo no fueran las óptimas, logró que sus muñecas se rompieran, generando ese coro en el tendido que los toreros tan artistas logran armonizar. Y es que para conseguir el temple del acero, es necesario ser muy preciso, un segundo puede dar al traste con la aleación. Y el calor que debe enfriarse en un instante para conseguir su fin, demanda exactitud. Como la muleta de Jerónimo, que sin duda consiguió esa perfección por el lado izquierdo calentando el ánimo de los tendidos, mismo que se enfrió como la misma espada que al no tener una estupenda colocación ocasionó división de opiniones en la vuelta al ruedo.
Fabián Barba, hablando del acero, es sin duda un torero del metal mas caro, y vino a refrendarlo a su tierra. Desde hace muchos años Fabián ha marcado con fuego su nombre, y es incomprensible el porqué las oportunidades se le niegan. Uno de los verdaderos triunfadores de la México, que a base de coraje, de decisión, de pundonor y de técnica, ha mostrado su gran talento, que hasta hoy no le hace justicia. Y sin embargo sigue ahí, en el único camino que hay para llegar a la cima de la montaña, que para él ha estado lleno de obstáculos y piedras enormes. Fabián afanado y con la vista en lo alto fue escalando, por momentos trepando y en otros con la calma del ermitaño, sabiendo que el público es muy sensible y agradecería ese tenor de una aria de Rigoletto.
Con el pecho se entregó en la estocada para ser recompensado con el corte de una merecida oreja, la primera de la Feria.
El segundo sería la piedra de tropiezo, pero a final de cuentas se supo sobreponer y pese a esas negras e instintivas intenciones del toro por conseguir alcanzar las carnes del torero, éste salió avante. En nuestra infancia, las niñas escuchábamos atentamente los cuentos en los que el caballero, el príncipe llegaba a rescatar a la princesa, en la que un romántico beso le devolvía la vida, o en la que vencían al mal para que todo terminara en un final feliz. Y es esa la actitud de un torero. En un encuentro con la muerte, en una apuesta por la vida, en que el público se vuelve la princesa encantada y él el épico héroe, pero que rebasa la fantasía para volverse ese personaje, único, ese gladiador, ese que juega con su existencia. Así Barba lidió férreamente al astado, al que mató eficazmente y en el que fue negada una merecida oreja, y a lo que el público frenético exigió la vuelta al ruedo.
José Garrido venía precedido de una gran tarde en la México. Un hombre con mucho coraje, que sin miramientos venía a concretar ese desafío, en un cartel que se antojaba por demás interesante y lamentamos que no haya tenido eco en las taquillas. El primero del lote del español como sus hermanos presentó muchas complicaciones, así que había que mostrarlo y vencerse a si mismo, en un afán de conquistar esta plaza. Y como un tigre al acecho fue midiendo cada uno de los movimientos del toro, para lograr entenderlo y obsequiar al respetable con su gran  calidad. Concretó instantes brillantes ante la aceptación de los presentes pero llegó con desdoro la estocada un tanto trasera y todo concluyó con una ovación
En su segundo el que para los griegos es Eolo y entre nuestros antepasados fuera Ehécatl, se hizo presente de malos modos. Mostrando quizá su furia ante las buenas maneras del conquistador, que fue molestado en todos momento de su labor, pero que decidido a dejar una estela en el firmamento aquicalitense, dando las ventajas al marrajo, que se refugiaba en las tablas y en donde toro y torero apartándose del fuerte viento consiguieron empatar sus voces. Poder en las manos del torero que lamentablemente falló a la hora buena escuchando silencio.
Este viernes continúa el serial con la presencia de Paco Ureña, Arturo Saldívar y Leo Valadez, quienes lidiarán un encierro de la ganadería de Xajay.