Casi media entrada registró la plaza de toros Silverio Pérez en lo que fuera el cierre del serial Texcocano en su edición 2018.
Toros de la ganadería de Torreón de Cañas muy bien presentados, bravos, aunque desiguales en juego.

Derechazo de Arturo Macias, Por Alexa Castillo Fotografia Oscar MIR Reyes

Jorge Hernández Gárate ha tenido una destacada actuación. El rejoneador potosino es sin duda poseedor de un gran carisma y sin duda en un momento de madurez que le permite desarrollar esa sagacidad para plantarle la cara a los problemas que los toros le puedan plantear. Su primero fue un toro bravo, con acometividad en el que  su que hacer fue francamente impecable. Poniendo los pechos de sus caballos y con mucha verdad lució en banderillas, siendo abiertamente correspondido por un público que hoy quería disfrutar de los actuantes. Cómo si se tratara de petunias que en estas primaveras comienzan a florecer enredando sus tallos copiosos con sus corolas de rubores diversos eran las banderillas en el morrillo del de Torreón de Cañas,  que se abalanzaba al estribo mientras elegantemente el cavaleiro lo burlaba con su extraordinaria doma que a dos pistas mostraba las habilidades de la dupla. Grandes momentos en la actuación del rubio torero que lamentablemente falló con el rejón de muerte perdiendo los trofeos.
Su segundo toro tendía más a probarlo, a arrear por momentos. Y aquí es donde a pesar de su corta edad,
Jorge mostró al público la experiencia que le da ser el torero en activo con mayor tiempo de alternativa. Cuantas veces hemos hablado de vinos queriendo entender lo que nos dejan en el paladar?. Un vino Cabernet Sauvignon por ejemplo, destaca por la intensidad de su color, por su vigorosos taninos y sus aromas a grosella, café, pimiento verde y trufa que encontrándose en barrica le dan ese cuerpo tan especial y tan difícil de confundir, pero su agradable acidez le permite incluso la combinación de varietal y es aquí donde llega la comparación. Un joven torero, con erudición y destreza, con intuición y dominio, nos dejan en la pupila esa profundidad del color con tonos púrpuras. Supo darle la justa distancia, entenderlo, y ese tiempo en barrica estuvo ahí presente para descubrirnos el feudo de que es poseedor en el ruedo. Una estocada en buena colocación para un toro de rejones le otorgó de manera inmediata una merecida oreja y a nosotros, el sabor de un buen Enate, el mejor Cabernet de España para los críticos del 2015.
Hablando de uvas de origen francés, esta tarde, Sebastián Castella partió plaza en la Silverio Pérez. Y digo partió plaza porque por lo menos en su lote ordinario, yo personalmente no ví a esa grandiosa figura que ha hecho historia en los países taurinos y que por Sudamérica era un auténtico ídolo. No cabe duda que las buenas maneras y la calidad son implícitos conceptos del francés, sin embargo ayer se le vio apático en el primero, mismo que en varias ocasiones clavó los pitones en la arena mermando sus condiciones, y aún así, faltó esa decisión de llegar a una plaza a grabar con fuego sus iniciales en la arena. Si bien su lote fue el menos propicio para el lucimiento, le hemos visto tardes en que pese a cualquier condición ha salido a sublevarse, a mostrar ese arrojo de un guerrero medieval defendiendo las murallas de su castillo. Hubo ligeros trazos de un fino pincel, pero no hubo firma. En el segundo, por un momento saltó la esperanza, ya que el público estaba ansioso de verlo triunfar, pero como un artista tal, no llegó la inspiración, las musas no bajaron y aunadas a la poca colaboración del lienzo que poseía nudos en la tela, se acabó la ilusión, quedando todo en una gris tarde. Sin embargo, motivado quizá por el ambiente que dejaba hasta ese momento el espada que cerraba plaza, anunció un regalo mismo que salvó la exposición.
Hubo en la galería cuadros al óleo sobre tela, con obras renacentistas, donde el francés se recreó, por momentos inclinándose al rococó, con ese magistral lenguaje artístico que posee, hasta llegar a un par de trazos impresionistas ya que el astado iba quedándose corto y perdiendo gas, así que había que cambiar la técnica y el estilo, motivando al tendido a tener una respuesta, misma que definitivamente generó la mágica exposición casi digna del Prado! Y aunque un artista generalmente tiende respetar su estilo, en el toreo hay que valerse de todo el conocimiento para lograr el triunfo. Una oreja bien cortada, aunque yo insisto, a mí me quedó debiendo. Ojalá la próxima su obra sea digna de tanto del Prado como del Louvre.
Arturo Macías sin duda es quien dio la nota. Y es que hablado de vinos y de arte plástico podríamos sujetar una idea no muy compartida pues en gustos se rompen géneros, pero lo que esta tarde nos regaló Arturo Macías, fue verdaderamente una función de danza, donde el clasicismo, donde la fuerza, el dramatismo, y la entrega fueron el tónico de cada momento. Su primero, un toro que de salida saltó al callejón arrancando burladeros y parte de las tablas, sufrió un innegable desgaste, sin dejar de lado una gran emotividad que fue lo que le salvó e hizo que se otorgara un arrastre lento. Y ahí estaba Macías, esperándolo ya para lancear con suavidad, cuidándolo trás lo que podía ser evidente. Lo pongo en el término de una alegría de Cádiz, que inicia con una suave falseta que permite esa armonía corporal y que de pronto estalla en ese tirititrán que obedece al ánimo de  un arranque previo al cante que con una fuerza extrema hace estallar el brío del intérprete. Así las gaoneras ceñidas que lo envolvían como ese «Jete» que sin duda pone un Bellas Artes de pie. La faena de muleta tuvo tantos matices, y es que fue cuidando al toro y eslabonando su creación. Una pareja de baile en que uno no es sin el otro, en que la compenetración en perfecta, y en la que un error puede significar la tragedia. Así por ambos lados, variado, con recursos de gran altura, llevó al toro hasta un clímax que generó la deflagración del público ante la estocada, que fue de efectos casi inmediatos e hizo solícitas las dos merecidas orejas al de Aguascalientes.
En su segundo vendría la apoteosis. Arturo es en estos momentos ese torero con serenidad que si bien está dispuesto a dar el todo por el todo, tiene la templanza para saber reconocer cada momento por el que pasa su enemigo durante la lidia y es que volvemos al matiz. Cuando se interpreta una soleá hay que tener ese punto de sobriedad. Uno de los cantes más difíciles pues hay que aguantar los tercios con pasmo y entrega y regalar los justos melismas que pueden hacer la gran diferencia del cante grande, lo mismo en una letra valiente que en una salida, desgarrando el alma de quien la escucha y haciendo vibrar cada célula, cada espacio, cada poro de la piel de quien entiende la complejidad. Así vibraba la plaza, así se estremecía el público, así los olés eran una descarga, una detonación que tenía eco en las alturas. El clamor de una obra de Canales, con esa suavidad y sin embargo con esa pasión en que una gota de sudor va cayendo desde la frente hasta los pechos lentamente como si acariciara con un suspiro, explotando en una sensación eufórica, casi orgásmica. Así decidió a pesar de los aparentes inconvenientes que el toro le ofrecía por el lado izquierdo, insistir, exprimir, hasta vaciar el espíritu del astado, logrando trascender a los tendidos que se volcaban con él, pues supo ver lo que el animal tenía dentro y hacerlo evidente. Un toro que pudo llevarlo a la gloria, pero que lo puso a prueba al momento más importante. El toro era muy alto y se montaba, complicando el encuentro al momento de la estocada, lo que le hizo perder los máximos trofeos. Una auténtica pena. Al toro vuelta al ruedo, a mi juicio un poco excedida.
Salió a hombros Arturo Macías acompañado del ganadero Julio Uribe Curn.
Mención aparte merecen los integrantes del grupo de Forcados Mexicanos quienes celebraban 40 años de la fundación del grupo por el rejoneador Pedro Luceiro. Al primer toro de rejones le ejecutaron una pega limpia al primero intento, bajo las órdenes de su cabo Tonatiuh Laison, mientras que en el cuarto, pudieron realizarla al segundo intento.
Por Alexa Castillo
Fotografia Oscar MIR Reyes