Tras el oasis en la monotonía ganadera que supuso el Festejo corrido anteayer, volvimos al Coso de Cuatro Caminos para presenciar uno de esos carteles de “sota, caballo y rey”: toros de Garcigrande-Domingo Hernández (cuarto y sexto), para El Juli (que mata toda o casi toda la camada), Miguel Ángel Perera y Andrés Roca Rey, que reaparecía. Todo volvió a su cauce: toros de idénticos comportamientos, poca exigencia por el público y escaso rigor en el palco.

 

Fue el toro que abrió plaza, para el de San Blas, un toro de escasas fuerzas, nota común y dominante de toda la corrida. No tuvo mal comportamiento en el único encuentro con el del castoreño, muy condicionado por su escasa fuerza. Con la franela, su matador se lo llevó al centro del ruedo para que, con su habitual temple, fuera extrayendo el poco jugo del toro. Eso sí, siempre con sus excesivas ventajas formales. Mato de pinchazo y estocada, para cortar una oreja. El cuarto toro de la tarde, fue un animal desrazado, carente de la más mínima transmisión. Por allí anduvo el Juli, buscándole las mil vueltas al toro. El público entregado en cada momento de la faena. El mal uso de las espada (pinchazo hondo y descabello) no fue suficiente obstáculo para evitar que cortara un trofeo. Salida a hombros.

De finos cabos fue el segundo de la tarde. Hasta la muleta de Miguel Ángel Perera, no hubo historia en la lidia del animal. Y tampoco es que estuviera cargada de contenido la faena muletera. Las templadas embestidas de este segundo, cuando salió por chiqueros, fueron derivando en acometidas más bruscas y defensivas: lo antagónico al toro bravo. Faena templada, de trazo largo y valor. Nada más. Estocada y descabello. Esta vez no se atendió a la petición. Pocas virtudes reunió el quinto toro de la tarde, que vino a contradecir aquello de no hay quinto malo. Faena de muy similar estructura a la de su anterior toro, con misma ejecución de la suerte supremo. Esta vez sí se le concedió la oreja.

Silencio obtuvo Roca Rey en cada uno de sus toros. Reapareció con un toro de colorado pelo. Ni este ni el último de la tarde permitieron que el peruano orquestara su ya tradicional planteamiento de faena. Lo único reseñable fue la estocada al que cerraba la tarde.

 

Plaza de Toros de Cuatro Caminos de Santander, toros de Garcigrande-Domingo Hernández, para El Juli: oreja y oreja; Miguel Ángel Pereda: ovación y oreja; y Andrés Roca Rey: silencio y silencio. Entrada: lleno.

 

Por Borja Dominguez Lopez