Una agradable tarde vivimos en la Monumental Plaza de toros México, en la que se celebraba la primera corrida de este mini serial primaveral al que le quedan todavía dos festejos más.

Una entrada muy floja se registró, en la que se lidiaron seis toros presentados de la ganadería de Pozo Hondo, cuatro de ellos que fueron el caballo, Y los otros dos que brillaron por su ausencia.

Y la falta de público obedece a que no estamos acostumbrados a ir a los toros en estas épocas. Hoy los aficionados capitalinos están en Aguascalientes por motivo de la feria, y aquellos con mayores posibilidades están en Sevilla, o parten en unos días a Madrid a presenciar los sendos carteles que se ofrecen. Así que la Monumental pasa a segundo plano.

Ernesto Javier “El Calita”, tuvo en suerte en primera instancia  a uno soso al que le argumentó, pero a pesar de la rúbrica no hubo consecuencia. Solo pegó algunos muletazos de valía para después entrar a matar sin gran suerte.

Su segundo particularmente a mí me gustó mucho aunque he escuchado comentarios adversos, sin embargo fue un toro bravo de verdad, un toro noble, el más serio del encierro y que tuvo esa codicia que hace la diferencia en la transmisión.

Por momentos El Calita me recordó aquella canción de Perales, del velero llamado Libertad. Y en realidad no por la libertad, sino porque iba como un velero a donde lo llevara el viento, no estructuró una faena como tal, permitió que el toro se fuera hacia las líneas del tercio cuando era un toro que pedía ser llevado a los medios, en donde seguramente las cosas hubiesen cambiado. Tuvo momentos, pero a estas alturas los momentos ya no cuentan. Es un hombre  que ha toreado tanto, y que tenía la obligación de haber salido a cortar las orejas para justificar el que esté presente en carteles de primera línea, pues está muy consentido por las empresas y los resultados no son muy claros. Una tarde más que pasó inadvertida y que me pesa en el alma porque ese toro era para vacas, se negaba a morir. Tuvo esa raza que lo mantuvo hasta el último segundo en pie, mostrando la bravura que solo los elegidos con más cautela pueden tener. Si me preguntan por la faena, la memoria me falla, pero sin duda esa majestuosidad del toro, se va a quedar en mis retinas plasmada como un cuadro de Monet.

Saldívar tuvo en sus manos un gran toro. “Cumplió” en varas, aunque a mí me quedó a deber un poco, sin embargo tuvo una nobleza extraordinaria.

En la vida todo lleva un proceso de ascenso y descenso. Dice el vulgar dicho “Todo lo que sube tiene que bajar”. Es algo natural y lo vemos en todo momento.

La lluvia, el arcoíris, las flores e incluso el tiempo mismo que se va con el viento. Por eso tanto se dice que puede perderse todo menos el tiempo.

El día cae y llega la noche que también ha de irse.

Una oreja se llevó Saldívar, con un toro que le hablaba al oído diciendo “torero aquí está mi vida, este es el momento preciso de tu consagración. Toma de mí y entrégalo todo. Nuestras vidas se unieron con un propósito, con la más divina intención. La de tu exaltación”. Pero el torero en su soberbia no lo entendió, decidió no escucharlo y seguir su conciencia, esa que se equivoca cada día por no saber darle lugar a la intuición.

Sí, hubo muletazos gloriosos, que calaron hondo, que se proyectaron en las alturas, pero…

Todo estaba servido. Un banquete con las mieles más refinadas y aromas que solo existen en el paraíso y ahí se quedó.

¿Una oreja? ¿Cuándo tenía el rabo prendido apenas con alfileres?

Un sube y baja, y poseyendo todo aquello necesario para volar, decidió gatear para no caerse.

Una pena de verdad.

En el cielo de los toros estarán hablando de la tarde de ayer como una de las más tristes. Porque hubo uno que entregó su vida con tanta pasión y clase, pero no fue tomado en cuenta por su matador y no pasó nada.

Saldívar ha tenido tantas oportunidades y siempre se le van. ¿Seguiremos esperando?

El tiempo se agota y el ir y venir de las olas no te lleva a ningún sitio si no tienes un rumbo trazado.

Una oreja y al ejemplar de Pozo Hondo, arrastre lento.

El segundo pasó de noche y aunque el muletero tiene calidad, no se dignó a regalarnos aunque fuera un momento de fotografía.

Miguel Aguilar despertó algunas expectativas, sin embargo parece que no dejó esa huella que materializara la presencia de la afición en los tendidos. Triste, porque le hemos visto cosas interesantes, pero la taquilla hoy fue un reflejo claro.

Es un torero que tiene toda la voluntad. Y se nota desde que sale con la sonrisa por delante ansioso de agradar y de agradarse. A veces no basta la intención pues las circunstancias no ayudan. El toro embistió con fiereza al caballo pero se le acabó el combustible en la faena de muleta, hecho que no benefició al hidrocálido.

El que cerró plaza fue el más complicadillo, y en su afán de estar a la altura se vio comprometido en un momento que sacudió a los tendidos. Al caer, de muy mala manera, quedó conmocionado. Fueron unos segundos de angustia para todos los presentes, pues quedó tendido en la arena a merced del toro que afortunadamente fue quitado hábilmente por uno de sus compañeros. Todo quedó en un susto y en cuanto reaccionó volvió a la cara del toro y se entregó en la suerte suprema. Escuchó un aviso y dio la vuelta que algunos agradecieron y otros no tanto.

Esperemos que la semana entrante las cosas rueden mejor y José Mauricio, Luis David, que sustituye a Emilio de Justo, y Diego San Román den la nota alta al lidiar un encierro de Santa Fe del Campo.

Por Alexa Castillo

Foto Plaza México