No hay billetes suficientes en Bilbao para poder comprar las cinco mil entradas que han quedado en las taquillas. Una pena, pero es una verdad que aplasta.
Toros de Victorino del Río para uso y disfrute de las llamadas figuras del torero que, por lo menos en Bilbao no interesan a nadie, la prueba no es otra que las tristes entradas que llevamos. Los bovinos han tenido la presentación de Bilbao, nada es más cierto, pero el juego que se podía esperar, por ejemplo, en Benalmádena, es decir, una porquería. Nadie le negará Victorino del Río que sus toros no tienen bondad; toda la del mundo, pero ay amigo, ni un atisbo de emoción como se ha podido ver. Y, como es lógico, si el toro no tiene la más mínima emoción, la fiesta se va al garete por completo. Y esto no lo digo yo, lo decía hace ya muchos años Victorino Martín que, el hombre, se mofaba de sus compañeros ganaderos cuando veía toros casi muertos de salida y, le asistía toda la razón al sabio de Galapagar. Menos mal que el cuarto y sexto toros ha salvado el honor de la ganadería.
Antonio Ferrera, ovación y silencio
El Juli, palmas y oreja verbenera
Manzanares, oreja y oreja de ley
Antonio Ferrera ha querido esta teatrero en su primero pero no le ha salido bien la jugada puesto que, la falta de fuerza y celo de su enemigo le ha ridiculizado por completo. En su segundo, como si de un milagro se tratare, ha salido punto encastado; tampoco es que fuera un barrabás, pero sí pedía la acreditación a su lidiador que, dicho sea de paso, ha pasado un calvario con la muleta y no digamos con la espada puesto que el toro se lo ha puesto difícil. Ha intentado Ferrera hace el teatrito de torear al natural con la derecha y le salido un churro impresentable. Repito que, el toro no era una alimaña como diría el gran Paco Ruíz Miguel, pero si tenía ese puntito de casta que debe de tener cualquier toro bravo que se precie. Es cierto que, como Ferrera lleva algunos años metido en los carteles de las figuras y con el toro adormilado, el hombre ya no se acordaba de que podía salirle un toro con casta, y le ha salido, para su desdicha, claro. Fijémonos que, Ferrera, durante tantos años era el héroe que todos admirábamos por su grandeza y su capacidad lidiadora, incluso con su arrebato con las banderillas. Dejó la grandeza del toreo para ser uno más de los que insultan a los aficionados con ese tipo de toro que lidian cada tarde. Como digo, el pobre, ya no se acordaba de la casta de los toros, de ahí el mal rato que ha pasado. Tras lo visto respecto a este torero, en su día, cuando pudo, dijo adiós al toro auténtico para refugiarse con el toro sin alma y sin fuerzas, pero a sabiendas de que estos animle son dar cornadas de las que está cosido Ferrera cuando era un tipo auténtico. A la mierda la autenticidad, debió pensar Ferrera para refugiarse en la comodidad, aunque hoy el tiro le haya salido por la culata. Menos mal que Fernando Sánchez ha puesto un soberbio par de banderillas del que ha sido aclamado.
El Juli ha tenido en primer enemigo muy bien presentado, veleto y de una estampa preciosa, pero carecía de lo fundamental, de alma; no tenía apenas fuerzas, por tanto sin trasmisión alguna y, mientras El Juli se hacía el mártir, nadie le hizo mi puto caso. El Juli podía haber toreado a su enemigo con la gorra. Utilizó la muleta pero no le sirvió de nada porque, vuelvo a repetir, era un toro fofo, amorfo, sin peligro alguno y sin el menor atisbo de casta. Mató como pudo y el santo público de Bilbao en vez de abroncarle le han dado unas palmas. Visto lo sucedido en el toro anterior, El Juli optó por que le asesinaran el toro en varas, razón por la que se eliminaría toda su casta y no quedaría en ridículo el torero. Conforme salió el caballo, el animalito sin apenas fuerzas solo se defendía por dicha razón. El Juli lo ha molido a derechazos que, en repetidas ocasiones eran mantazos. Como quiera que las orejas son de puro regalo, El Juli ha cortado una oreja pueblerina que debe de comérsela con patatas que debe de saberle a gloria. Sinceramente, de tener dignidad, El Juli debería de haber rechazado esta oreja insulsa, pero como toda piedra hace pared, otra más para la estadística.
Manzanares ha estado elegante, pulcro, finísimo, con mucho empaque, pero sin arrebato alguno. El toro, sin duda alguna, de haber tenido casta además de la bondad de la que era portador, era de rabo; pero la faena de Manzanares, sin apreturas y con su consabida elegancia no ha pasado a los anales de la historia. Es cierto que su contundente estocada le ha valido una oreja que, mañana no recordará nadie. No hace muchos años, lo recuerdo yo como todo buen aficionado, los toreros eran capaces de que los aficionados corearan sus faenas, sencillamente porque eran auténticas. Ahora ocurre todo lo contrario, en cada pase, la gente guarda un respetuoso silencio y solo se pronuncian al final de la serie y si la faena ha sido como la de Manzanares, hasta piden una orejita sin clamor. El último toro de la tarde ha salvado, como sucediera con el cuarto, el honor del ganadero puesto que, ha sido un bellísimo, veleto, encastado y con esos argumentos que debe de tener un toro bravo. Manzanares ha estado muy digno, ha pasado por momentos de angustia aunque al final se ha hecho con el toro. Importancia sí ha tenido la labor de Manzanares que, sin duda alguna, ha tenido su mejor tarde en lo que va de temporada. En el tramo final del trasteo Manzanares se ha gusto a si mismo y, lo que en el toro anterior, el premio, apenas tenía sentido, en esta ocasión la oreja ha sido rotunda, nada que objetar, todo ello mientras le daban la vuelta al ruedo. Bin por Manzanares que ha sido capaz de sobreponerse a un toro encastado, algo muy difícil en los tiempos que corremos puesto que, las figuras actuales, lo de la casta les suena a música celestial.
Pla Ventura