Décima novillada del serial 2019, con una muy pobre entrada y un vendaval digno de un berrinche de Zeus, mismo que molestó a los tres toreros durante toda la tarde.

Novillos toros de la ganadería de Fernando Lomelí bien presentados, complicados en su mayoría, salvo el tercero de la tarde que tuvo calidad. Todos empujaron en varas aunque algunos se rajaron con la muleta.

El francés Máxime Solera tuvo una tarde anodina. Por momentos se logró acomodar con sus enemigos mismos que no mostraban compasión alguna, y pese a que se ve toreado, no hubo transmisión, hacia los tendidos y únicamente por momentos logró conectar y recibir dubitativas palmas.

José Maria Mendoza venía de un par de triunfos importantes durante la temporada y sin duda las esperanzas estaban puestas en él.

Con su primero demostró sitio sin llegar a un colofón destacado, sin embargo con su segundo tuvo mucha mayor ligazón, buscando desesperadamente el triunfo y poniendo orden en el ruedo. Hubo respuesta del respetable, misma que se apagó en cuanto llegó la culminación del último tercio. El novillo le pidió el carnet y el Chaval no lo tuvo en sus manos, dejando que el ejemplar notoriamente sentido de una mano, volviera a los corrales entre la molestia de la concurrencia.

Ramón Jiménez debutaba, y realmente venía convencido de dejar una huella. Pero estos experimentos cuestan muy caros cuando se realizan en la plaza más importante de América.

Decidido se fue de hinojos al tercio, para luego un tanto atropelladamente buscar el lucimiento  con la capa. Intentó un par de quites y en todo momento estuvo pendiente de lidiar a su primero, que tuvo mala suerte en el primer tercio, al haber provocado tres tumbos y no recibir el castigo necesario. Con las banderillas impresionó, tratando de hacer válida su condición física. Logró encender los tendidos que veían en Ramón la esperanza que poco a poco escasea cuando hablamos de novilleros.

Después de senda ovación vendría lo malo. La falta de recursos para poder salir adelante ante un toro emotivo y con calidad, lo dejaron ver en su verdor y aunque se le agradece el pundonor, hay que aceptar que llegar a una plaza como la México te dota de responsabilidades. Tristemente dejó ir vivo, al que tenía que haber salido sin apéndices.

Con su segundo el tenor fue el mismo, por momentos ocasionó la angustia de la afición que disfrutó su segundo tercio pero padeció con la falta de oficio que mostró en el tercero.  Fácil con la espada y recibió tibias palmas.

Por Alexa Castillo