Escuchamos demasiado el teléfono y demasiado poco a la naturaleza. El viento es uno de mis sonidos predilectos: quizá sea un rumor solitario, pero confortante. Cada cual debiera tener ruidos predilectos que escuchar: ondas sonoras que lo harán vibrar de energía y de vida, o sentir la tranquilidad sosegada. Pero hoy no era el día para todo eso, el viento es el enemigo natural del torero, como el zorro es de la gallina. Ante unos toros bravos, que no perdonan dudas, ni tienen paciencia, hoy el viento ha condicionado ampliamente la tarde, tanto para los toreros, como para ver realmente el interior de ciertos toros.

Toros duros, ásperos, algunos con nobleza, y otros con genio. Picados en exceso, algunos incluso con la saña típica del que debe dinero a otro y se lo cruza por la calle. El sexto justo de fuerzas, gracias al regalo de tan fiero picador. Una corrida que por culpa del viento no hemos podido ver en todo su esplendor los Albaserradas del valle del tietar. Varios de los toros fueron aplaudidos en el arrastre.

Hoy la torería corrió a cargo de un gran Robleño. Sin suerte en su segundo, un toro bronco, que las rachas de viento le hicieron descubrir rápidamente el engaño y ante las dudas del torero sembrar peligro. En el cuarto la historia cambio, robleño estuvo asentado, con suavidad y colocación fue metiendo en faena a un toro “grandon”, que tenía nobleza, y que fuera del tercio tenía un mayor recorrido. El torero le toreo al abrigo de las tablas, donde se pudo ver por momento un toreo de mucho temple y verdad. Mucho mérito para un torero esperado por el aficionado, y que en sus dos tardes que lleva en las Ventas el viento no le ha dejado expresar su naturalidad, empaque y madurez. Una estocada desprendida y descabello, le privaron de una oreja, pero paseo una vuelta al ruedo merecida.

Gómez del Pilar tuvo la predisposición del torero humilde que viene a ganar contratos a la capital de la tauromaquia. Dos veces se fue a “porta gayola” para protagonizar dos emocionantes principios. En la faena de muleta nunca llegó a acoplarse de verdad, no por falta de ganas, ni mucho menos de conocimiento, sino por no verlo claro, el viento descubre y ante los grises, eso supone pasar momentos de sufrimiento, angustia e incertidumbre, amén del peligro. En su quinto protagonizó la mejor lidia en conjunto de toda la tarde, gran tercio de varas, gran tercio de banderillas. Pero en la muleta surgieron las dudas, y nunca pudo llegar a probar a un toro que tenía mucho dentro. Meritoria actuación. No tuvo su día con los aceros. Ovación y silencio.

Ángel Sánchez dejó ver dos caras diferentes en sus dos toros.  En su primero se le pudo ver con una actitud irreprochable, pausado y tranquilo, donde la colocación en el ruedo se hizo presente en toda la faena, con técnica y valor seco metió a un toro en la muleta, dando distancia. Con la mano izquierda hubo muletazos de sabor. Una estocada entera hizo que recibiera la ovación del respetable. En el sexto estuvo dubitativo y algo verde, la falta de experiencia le hizo acelerarse en exceso, descubrirse y al final desesperarse. Un toro justito de fuerzas, que perdió las manos en 4 ocasiones durante su lidia. En líneas generales cumplió con la tarde, y dejo  matices y detalles de mucha calidad. Lástima de viento.

Por Juanje Herrero