¡¡Qué frío!! Y parecía que había venido ya el verano para quedarse, y que era hora de guardar la ropa de invierno, quitar las mantas de la cama; y sacar los polos de manga corta, las bermudas y las sandalias. Había que estar muy loco para dejarse ver por los toros en semejante tarde de perros, amenazante de lluvia, con un frío del copón y tal cartel: novillos de José Luis Pereda para Juan Carlos Carballo, El Chorlo y Adrien Salenc. O lo que es lo mismo, un hierro que asoma por aquí año tras año sin dejar apenas nada trascendental; y tres novilleros ya conocidos en Madrid pero que no han dejado lo que se dice huella en el aficiondo. Lo dicho: como un cencerro había que estar. Será por eso por lo que hemos acabado esta tarde dejando el calor del hogar en beneficio del frío tendido y el predecible aburrimiento producido con lo que sucedía en el ruedo.
«Si lo sé me quedo en casita, tan agustico», pensábamos muchos mientras el festejo se iba desarrollando y los aficionados apostados en el granito nos quedábamos pajaritos a causa del frío. Porque en esta tarde es lo único que ha habido: frío. Frío y aburrimiento, a partes iguales. Y entre medias, un novillo de bandera. Uno de esos novillos cuya perfecta descripción sería «el novillo soñado en el lugar y momento adecuado». Un novillo de bandera en la muleta que no peleó con demasiada presteza en varas, fue poco castigado y manseó, como toda la novillada. Un novillo que ya en banderillas empezó a arrancarse con alegría y embestir con mucha dulzura en los capotes que le ofrecían los peones, refrendando tan halagüeñas condiciones en el último tercio. Un novillo para reventar Madrid y alzarse figura indiscutible de la novillería. ¿Ocurrió esto último? Pues… Baste con decir que el animalito se fue al desolladero con las orejas puestas.
Adrien Salenc fue el agraciado a quien le tocó el gordo, y lo cierto es que el chico fue generoso a la hora de lucir al animal, manejando muy bien los tiempos y las distancias. Pero a la hora de lo verdaderamente importante, que no es otra cosa que parar, templar y mandar, la cosa hizo aguas. Un buen inicio doblándose por abajo por el lado derecho, al más puro estilo talavantiano, pareció el preludio de algo importante, pero nada más lejos de la realidad. La faena instrumentada por el novillero no dejó de ser una más de las que se estilan hoy en día, de esas repletas de trapazos citando perfilero, y echando al novillo fuera usando el pico con mucho descaro. Y tan larga, que le sonó el primer aviso mientras se hallaba todavia pegando pases como un poseso. Quizás si hubiera matado bien y a la primera se le hubiera pedido la oreja, pero un pinchazo (del que salió violentamente prendido aunque sin consecuencias, por fortuna) secundado de una estocada trasera y varios golpes de verduguillo, le privaron de tales honores.
La novillada no tuvo apenas más historia. La casta en los animales de Pereda apenas hizo atisbo de asomar, y las buenas maneras de la terna menos aún. Juan Carlos Carballo abrió plaza con un novillo inválido y soso con el que se limitó a tirar líneas, sin dejar nada relevante. Tan pocas cosas como las que dejó ante el complicado cuarto, mansazo el cual huía al abrigo de las tablas desde que los peones le echaban el capote. Aun con esa condición, se empeñó el novillero en hacerle faena en los medios, pero tuvo que desistir y cerrarlo más pronto que tarde. En sus terrenos, el novillo llegó a embestir con más claridad, pero su matador no consiguió meterle mano en una faena poco pulcra y con aún menos dominio. El uso que hizo Carballo de la espada, muy deficiente durante toda la tarde.
Completó la terna Jesús Díez «El Chorlo», a quien repetían en Madrid después de, dicen, «una actuación valentísima el pasado mes de septiembre ante un novillo de Saltillo». Con un bagaje a sus espaldas de dos novilladas en 2018 (incluida la de Madrid), lo raro hubiera sido que el mozo hubiera quedado bien en esta tarde. Y menos aún con el lote que sorteó, compuesto por un segundo novillo que le costaba un mundo arrancarse en cada muletazo, y un quinto noblote y soso que tenía muy poco dentro. Sus quehaceres no pasaron de discretos, y en ambos el personal acabó pidiendo la hora, pues pasó mucho más rato de la cuenta pegando pases insustanciales. Tanto, que le sonó un aviso cusndo todavia no había entrado a matar al segundo novillo. Igual que sus compañeros, muy mal con la espada.
La novillada de Pereda salió muy pero que muy justita de fuerzas, manseó mucho y sacó muy poca casta. La poca que pudo haber corrió a cargo de ese tercer novillo. La suerte de varas fue un desastre en esta tarde, pues se picó muy poco y de forma pésima, y ni siquiera hubo ningún tercio de banderillas que quedara para el recuerdo. En definitiva, una tarde ideal para haberse quedado en casa. Y las que nos quedan como esta…
Por Luis Cordón