Como sucediera hace ahora cien años, la ganadería de Albaserrada ha vuelto a triunfar en Madrid por todo lo alto. Victorino trajo una corrida brava, encastada, auténtica y emocionante para uso y disfrute de los aficionados de Madrid. Si de seis toros le embistieron cuatro, el éxito no puede ser mayor. Gloria de nuevo para el ganadero de Galapagar que, una vez más ha saboreado un triunfo grande. Para la ocasión no cabía otra opción que el triunfo para ratificar aquella efemérides de hace ahora cien años en que, como dije, Albaserrada triunfó de forma apoteósica.

Abría el cartel Octavio Chacón con un toro un tanto incierto en que el diestro estuvo valiente pero, el animal era tobillero y se le quedaba en cada muletazo. En su segundo, el toro más bravo de la corrida derrumbó al torero; cuesta creerlo,pero es muy cierto. El toro pedía una muleta dominadora que no encontró en su camino; un animal que llevaba tres cortijos en sus pitones pero que, lógicamente, muy al estilo de Cobradiezmos, quería una muleta poderosa que le templara, cosa que no logró Chacón que, en honor a la verdad estuvo muy valiente, incluso le endilgó una tanda de naturales bellísimos. Desdichadamente Octavo no encontró acople y allí murieron sus intenciones. Una pena porque el toro era de triunfo grande; había que jugarse la vida de verdad y, Chacón tomó sus precauciones, lo que ha pagado carísimo.

Volvía a Madrid Daniel Luque que, a estas horas el pobre estará para morirse de la pena en la que estará sumido. Le salieron dos toros de escándalo; no uno, dos, que ya es el colmo de la «desgracia». Dos toros que deberían de haberle encumbrado para siempre porque especialmente el primero, era de auténtico escándalo. Como digo, su tristeza no ha podido ser mayor puesto que, por momentos hasta le recetó buenos muletazos pero, tras matar de una estocada a su primero que nadie dijera nada a su favor, su fracaso no pudo ser más grande. Se segundo era casi idéntico pero tampoco pasó nada. Lo dicho, la peor desdicha es que te embista un toro -a él dos- y que no digas nada. Fracaso en toda regla el de este hombre que, tras lo sucedido en Madrid debe de hacerse otros planteamientos. Y pensar que, un día de la vida, borracho de triunfos, abandonó al que fuera su descubridor y valedor, Tomás Campuzano. ¿Será cierto que la vida suele pasar facturas acorde con el comportamiento de los humanos?

Cerraba el cartel el esperadísimo Emilio de Justo que, en honor a la verdad no defraudó. Su primera tenía mucha nobleza, pero carecía de fuerzas, razón por la que se defendía por ambos pitones impidiendo a De Justo nada relevante. Pero salió el sexto y Emilio encontró la medida del éxito. Toro importantísimo que ya con el capote Emilio había toreado como los ángeles. Sin más probaturas, inició la faena con la mano izquierda con la que le recetó tres series memorables. Volvió a la derecha para torear con relajo, incluso con sentimiento, para llevar a cabo una faena medida, justa, cabal, ovacionada por los aficionados que, sin duda, vibraron con De Justo. Si se me apura, la faena fue medida pero, para mi entender faltó una serie para terminar de calentar la olla. La estocada de ejecución brillantísima cayó un pelín baja, razón por la que solo cortó una oreja con fuerza, oreja de clamor, de peso, de las de Madrid de antaño.

Victorino Martín honró la memoria de su señor padre con una corrida de auténtico lujo y, lo que es mejor, la complicidad que tuvo con la historia puesto que, en este día se conmemoraban los cien años de Albaserrada en Madrid. Seguro que Victorino no cabe dentro del traje y, tiene razón. Un triunfo de tales dimensiones no se consigue todos los días. Enhorabuena, ganadero, que tomen nota los que lidian burros con cuernos porque dicha corrida les ha valido para que sepan lo que es un toro bravo y encastado y, para colmo, lidiado en Madrid.

Pla Ventura