Se lidió en el día de ayer una corrida de La Quinta en Santander, procedencia Santa Coloma que, por lo que vimos, los toros olían a Juan Pedro una cosa bárbara. Es difícil de comprender que un encierro de dicha estirpe saliera tan noblona y, lo que es peor, a sabiendas de la estirpe de la ganadería que, como se sabe, es un toro encastado y fuerte. Toros blandos, nobles, pero sin fuerza alguna; presentación divina en sus ejemplares, pero carentes de toda emoción que, por consiguiente, era difícil la conexión con los graderíos, a excepción del quinto de la tarde que, como se pudo ver, permitió que El Cid, hiciera una de las faenas importantes de las que siempre hizo gala en el coso de Cuatro Caminos.

Cómo está el toreo actual que, en la corrida de ayer se presentaba Curro Díaz en dicha plaza, un dislate al más alto nivel. Es cierto que el diestro de Linares puso todo de su parte para que los aficionados comprendieran la indecencia que los taurinos había cometido con este diestro.

Su primero era un inválido al que Curro mimó, pero sin relevancia alguna. A su segundo, con un poquito más de son, Díaz le instrumentó pasajes muy hermosos de su torería eterna, pero aquello no terminó de romper porque el toro tampoco decía mucho y, ya se sabe, si el animal no trasmite emoción es difícil conectar. Pese a todo, a Curro le pidieron la oreja que, como quiera que la espada cayó un pelín baja quizás fuera por ello que la presidencia desoyera la petición. De todos modos, su faena a dicho enemigo tuvo el brillo de su arte que, a diario, a poco que le ayude un toro es capaz de estremecer a los aficionados.

Por culpa de dicha sosería y blandenguería de los toros, El Cid pasó inadvertido en su primero que, no decía nada. Pero tuvo suerte de que le ayudara mucho su segundo bicorne con el que el de Salteras se encontró a gusto para cortarle las dos orejas con fuerza. El Cid rememoró en el día de ayer pasados grandes triunfos en dicha plaza que, desde siempre fue su gran talismán.

Muy bien estuvo Emilio de Justo con sus dos oponentes a los que exprimió hasta la última «gota» de todo lo que tenían que, como sus compañeros, nobleza la tenían toda. Pienso que, los tres espadas se quedaron un tanto fuera de juego al ver que, lo que esperaban, una corrida encastada y fuerte de La Quinta, aquello, como decía, parecían más de Domecq que de su procedencia de origen, Santa Coloma. Emilio cortó una oreja en cada toro y acompañó a El Cid en la salida por la puerta grande. De haber salido el clásico toro de La Quinta con su picante y bravura habitual, con la nobleza que tenían, aquello pudo haber sido de auténtico escándalo.

Una de dos, o los toros de ayer salieron con algo que les dieron para que no tuvieran fuerza alguna o, lo que es peor, si dicha ganadería coge ese rumbo se las matarán las figuras del toreo en tres segundos. Como digo, faltó la emoción que es lo que siempre definió a este encaste de Santa Coloma. Presagio que una mano negra quería impedir, a toda costa el triunfo de los toreros porque no se puede entender de otro modo.

Pla Ventura