Tras la detención de ese hombre en Ciudad Real por haber matado a un ladrón en defensa propia, me viene a la mente cuando yo tuve que ser igualmente justiciero ante una señora puta que se quedó con mi pan; nada que ver con la señoras putas que, las que se ganan el jornal con su oficio y a gusto, algo que me parece fenomenal. La puta a la que aludo no es que yo me acostara con ella, es que, como era su modus operandi, con su coño ganaba más dinero que un ministro. Era una puta con alto estatus en el oficio.

Dicha reptil, acudió a mi casa para que requerir de mis servicios en el capítulo de instalaciones y, pobre de mí allí acudí. Hice la pertinente instalación valorada por aquel entonces en doce mil euros y, claro está, la señora quería pagarme con carne, algo a lo que yo me negué. Inocente de mi porque cuando firmamos el contrato, yo no supe interpretar la forma de pago. Tras dos años sin cobrar se me acabó la paciencia, acudí al chalet donde había hecho las instalaciones, lo desmonté todo y me lo quería llevar; y digo que me lo quería llevar porque en el momento de cargar los chirimbolos en las furgonetas, hubo un “soplo” a la guardia civil, algo que yo desconocía y allí llegaron los guardias para cumplir con su obligación, es decir, detenerme porque ante la ley yo estaba cometiendo un delito.

Aquello me hizo comprender que la ley es otra “señora” al servicio del mejor postor y que solo beneficia a los delincuentes. Digámoslo claro, no pagar no es delito, pero sí, recoger lo que tú no has cobrado porque es tuyo, eso sí se pena hasta con cárcel, como a mí me sucedió que dormí una noche en la sala de preventivos de la cárcel. Pero no acabó ahí la cosa porque para mí desesperación, la señora puta dijo que yo había entrado en su casa para llevarme unos artilugios relacionados con la calefacción que había instalado y, a su vez, me llevé un reloj de oro y brillantes, un abrigo de visón y un collar de perlas. Y, como no podía ser de otro modo, la justicia creyó a la señora puta, admitió a trámite la denuncia y este desdichado que narra estuvo ocho años en libertad condicional bajo fianza, por cierto, una fianza de cincuenta mil euros los que la puta decía que eran valoradas las joyas que “robé”. Sin lugar a duda, mi persona, en calidad de “delincuente” pagué la fianza más grande que jamás se había depositado en un juzgado en España. Quise recuperar parte de lo que había instalado valorado en los doce mil euros citados y me costó, además de la fianza antes descrita más otros veinte mil euros que todo el asunto conllevó entre abogados y gente de mal vivir.

Fueron ocho años llenos de dramatismo, sin poder conciliar el sueño, señalado por la justicia, por los amigos, los conocidos; para todos yo era un delincuente como había dicho la justicia. Una eternidad tuve que esperar para que se celebrara el juicio y, al final, cuando se celebró la vista, como la puta no había podido demostrar su propiedad en cuanto a las joyas que yo había “robado” y decidió no acudir al juicio, el juez dictó la siguiente sentencia:

“Una vez que la señora puta, no ha comparecido y no ha podido demostrar la pertenencia legal de las joyas que aludía, este tribunal considera inocente al señor Pla Ventura ante todo los hechos que se le imputaban, eso sí, se le condena a pagar una multa de trescientos euros por haber derribado la puerta del chalet al que entró. Pase usted por el juzgado al que le corresponda en su ciudad y se le devolverá la fianza que en su día depositó.”

Tuvieron que pasar ocho años para que la justicia me diera la razón pero, ¿quién tenía que pagarme todos los gastos ocasionados y esos años de angustia? En teoría, la señora puta pero, como inteligente que era, nada estaba a su nombre y era insolvente. ¿Qué más hacer? Seguir pleiteando como me dijo el juez pero, ¡contra quién si la mala puta era insolvente!

Así funciona la justicia y, advierto, los que somos honrados lo somos por convicción, no porque exista una ley que obligue a ello. Aquí se fomenta, desde hace muchísimos años la delincuencia, yo soy un testimonio de lo que digo porque alguien que me quiso arruinar no le pasó absolutamente nada y, el honrado que era yo, ya he contado mis vicisitudes. Cada cual puede darle la lectura que quiera pero, insisto, ser honrado no es ningún título y, lo que es peor, no sirve para nada. Si a todas las gentuzas que se pasan la vida delinquiendo se les aplicara la cadena perpetua en la cárcel, en un abrir y cerrar de ojos quedarían muy pocos delincuentes.

Luego, mediante el paso de los años, en mi ciudad, he visto auténticas barrabasadas de gentes criminales que han arruinado a medio mundo y, pese a ello, con buenos abogados, siguen viviendo como reyes, habiendo dejado, en el camino, muchos cadáveres que, en esta ocasión lo digo de forma literal, al margen de infinidad de familias que lo perdieron todo y jamás pudieron levantar cabeza. Los arruinados siguen viviendo de limosna, los muertos enterrados y los delincuentes, como digo, teniendo una vida opípara.

Comprendo y aplaudo al hombre de Ciudad Real que se defendió matando al que quería robarle que, nadie sabe si en aquel trance, el ladrón podría haber matado al anciano y no hubiera pasado nada pero, el pobre hombre se quiso defender y se buscó la ruina de por vida que, sin duda, le llevará a la muerte sin que haya visto que la justicia le defienda. Me solidarizo con este hombre abandonado por la ley, por los políticos de izquierda que potencian el delito con sus acciones. Solo Santiago Abascal, como sabemos, ha salido en su defensa. Insisto, hay que ser retrasado mental para ejercer la honradez como pueda ser mi caso, lo digo porque lo que triunfa es la delincuencia en todos los órdenes. ¿Queréis más pruebas? Yo debería de haber matado a aquella mala puta pero, me contuve, recé un rato y poco tiempo después, el que todo lo que puede, hizo mi trabajo desde lo más alto.

Recuerdo mi caso concreto en que, para mi desdicha, se formó una trama a mí alrededor en que, cuando creía que muchos me defendían, todos me llevaron al abismo. ¡Y decían que eran mis amigos! No quiero pensar si llegar a ser enemigos. Mi único consuelo es que, de aquella trama, con la puta incluida, todos están muertos, hasta un político de relumbrón que se “cepillaba” a la fulana que, tras los hechos, decía defenderme. Ya que no se hizo justicia en la tierra, al menos la divina si hizo efecto. Solo tengo que agradecer a un abogado cabal llamado José Guillem Ferri que veló por mí y estuvo a mi lado en aquellos años aciagos.

Aquel trance, en honor a la verdad, tuvo un momento maravilloso puesto que, un amigo querido, Antolín Castro, honrado como el que más, tuvo la gallardía de contar mi historia tan rocambolesca como cruel en una novela fantástica, LAS PUTAS PRIMERO, como Castro la tituló. Con sinceridad, cada vez que releo aquella novela tan fantástica como real, se me inundan los ojos de lágrimas, no puede ser de otro modo.

Pla Ventura

En la imagen, mi humilde persona en un bello retrato que me hiciera el artista Benidel Yáñez Díaz.