La corrida de Victoriano del Rio ha sido decepcionante esta tarde en Valencia. Se ha salvado por el juego del quinto toro que, sin ser nada del otro mundo ha permitido que Roca Rey cortara una justa oreja. Son esos festejos que no dejan huella alguna, pero que, sus lidiadores se pegan de hostias por lidiarlas. ¿Motivos? Está clarísimo. Tienen bondad, no existe el peligro y a poco que ayuden los animalitos el triunfo está garantizado. Claro, para los neófitos en materia, digamos que para el gentío despistado que acude a los toros a la llamada de las figuras sin la menor pretensión ni exigencia. Para eso existe la sangre Domecq, para seguir embaucando a los memos que, para desdicha de la fiesta son mayoría.

Abría cartel Sebastián Castella que, el pasado año estuvo muy bien en distintos lugares en la temporada de su retorno a los toros. Lógicamente, en el acto, le dieron el tratamiento de figura de antaño y de este modo se comporta. En su primer enemigo que no ha tenido entidad alguna, Castella ha estado voluntarioso frente a un toro que se quería ir a tablas, mansurrón y aquerenciado no ha permitido al galo lucimiento alguno. En su segundo más de lo mismo que, para desdicha de su lidiador ha dejado al descubierto que, Castella, sin la emoción del toro apenas es nadie por muy figura que le consideren. Voluntad ante un marmolillo descompuesto y otra vez será hermano.

Roca Rey ha tenido una tarde desigual. En su primero, tan aborregado como noble, dicha condición es la que ha impedido que hasta el arrimón de Roca no haya tenido eco en los tendidos. Su faena, calcada como las  miles que lleva realizadas no ha tenido calado alguno. Era un toro noblote, aborregado y sin demasiadas fuerzas. Lo ha matado de tres pinchazos y ahí ha muerto su obra. Nada que resaltar salvo su voluntad inquebrantable, que no le libera de su condición de pegador de pases. En su segundo, el toro soñado por cualquiera por su estado aborregada y con la fuerza suficiente para soportar el envite de la faena, Roca Rey ha estado muy a gusto en esta tarea que mañana no la recordará nadie, pero ha conectado con la gente de una forma abrumadora; no era para menos porque el animal era un toro santificado que, sin el menor atisbo de casta ni de emoción, Roca ha estado en su salsa. Ha matado de una tremenda estocada y cuando desde el púlpito televisivo le pedían las dos orejas, el presidente, con muy buen criterio le ha concedido una y nadie ha protestado. Actuación digna del peruano frente a un animalito amilbarado.

Pablo Aguado acudía a Valencia con aires de figura, en el peor de los casos si puede presumir de artista que es su condición verdadera. Ha tenido un primer enemigo en el que ha toreado a placer con el capote y con la muleta ante un enemigo que no le ha molestado para nada, ha esbozado pasajes de una belleza fantástica pero, con la salvedad de que todo se ha difuminado al pensar que no tenía toro de entidad alguna. Digamos que Aguado ha estado hermoso frente a un toro de cartón y, sin pretenderlo, nos ha recordado a Carlos Escolar Frascuelo cuando entrena de salón al carretón en Parla. Una pena. Lo digo porque tras una faena “memorable”, tras matar de una estocada nadie le ha dado las buenas tardes. Ante todo lo visto, sospecho que el público de Valencia está aprendiendo a pasos agigantados. En su segundo enemigo, de idéntico talante al anterior, apenas ha logrado nada; su toro, además de tontuna, daba algún que otro gañafoncito por aquello de su mansedumbre. Es cierto que, a lo largo de la tarde, Aguado ha mostrado su faz más hermosa en distintos momentos pero, como explico, sin el elemento toro la parodia está servida. Y lo más sangrante de la cuestión es que todo seguirá igual, como la vida misma porque las figuras del toreo no harán nada para que cambie el singo que les atenaza, en este caso, el que les permite ir triunfando si apenas exponer nada. ¿Acaso hoy ha visto alguien que un toro diera una sola cornada? Algunos, como digo, eran de cartón piedra y, el de Roca Rey que hizo segundo, un santito para los altares. Y pensar que existen muchas ganaderías de bravo con toros encastados y enrazados y los ganaderos no saben qué hacer con ellos, las figuras ganaderas, tienen que fabricarlos en serie por la demanda que tienen. Que Dios no pille confesados.