Ayer Tomás Rufo dejó patente su condición de figura del escalafón novilleril. Bajo el chaparrón supo tocar, templar y mandar. La espada su asignatura pendiente.

Le faltan novilladas para tomar la alternativa, pero el camino es el correcto.  Abanico el capote con gusto y torería. Mostró mucho duende y fragancia. En ocasiones estuvo distante, en otras tandas ceñido. No fue la tarde redonda, pero supo sacar agua del pozo seco. Al final, manda la esencia, el toque y la personalidad. La torería se vende cara en tiempos del covid, y el pupilo de Morenito tiene de sobra. Aunque le hemos visto torear mejor, el toque no lo pierde.

Rafael González tuvo el mejor lote. Sin acabar de sacar el jugo y los muletazos debidos, estuvo digno para las cámaras y los aficionados. Resultó herido en su primero. Pero se sobrepuso para cortar finalmente 3 orejas.

En tiempos de sombras y luces, los del castoreño se juegan las partidas a una baza. El futuro incierto, pero con un fondo de renovación.

Los novillos de Algarra son un resultado de éxito. Bravura y nobleza. Gran novillada por juego y presentación.