Tenemos que acostumbrarnos a lo que llamamos ahora la «nueva» normalidad que, si se me apura, de  nueva no tiene nada. Los mismos animalitos sin alma, sin fuerzas y sin ningún atributo que pudiéramos definir como lo que es un toro bravo. Aurora Algarra, como sus compañeros ganaderos, ha fracasado con estrépito en Alicante, salvo el segundo toro de Ferrera que, en honor a la verdad, ha salvado la feria, lo demás es para olvidar.

Seguimos como siempre, toros amorfos, sin clase, sin fuerzas y, como siempre, tres mil santos en los tendidos. ¡Qué pena de fiesta! Y pensar que hace diez minutos escasos se llenaban las plazas es algo que nos deja perplejos; ahora, como ha sucedido en Alicante, ver que los aficionados se han quedado en casa y se ha reducido todo a los claveleros de la feria, la desdicha no puede ser mayor.

Decían que Ferrera venia con tres cornadas en su cuerpo sufridas el día anterior en Badajoz, cosa que supongo que será verdad. Pero que nadie lo notó puedo dar fe. O las cornadas eran de pura broma o Ferrera es de otra galaxia. En su primero, un animal estúpido hasta el morir, sin fuerzas y con embestida incierta, Ferrera lo mató como pudo. Y salió su segundo que, insisto, ha sido el toro de la feria en este brillante animal que, por cierto, se le pegó muy poquito, como a toda la corrida, Ferrera ha desarrollado toda su puesta en escena que le ha salido perfecta. En los últimos años hay más teatralidad que toreo en Antonio Ferrera pero, al hombre le ha ido bien y no debe de cambiar. Ha estado entretenido que, en los tiempos actuales ya es todo un éxito. Tenía un animal para dejar un recuerdo eterno en Alicante pero, repito que, Ferrera, lo que quiere es llevar a cabo su puesta en escena y cada cual que diga lo que quiera.

Ha venido Morante a Alicante con unas ganas tremendas. Por cierto, muchas ganas tenemos de verle anunciado con los de Prieto de la Cal como él ha confesado porque, con estos bichejos de hoy nos ha tratado a los aficionados como si fuésemos retrasados mentales. Su primero ha salido muerto de los corrales y se le ha devuelto en el acto porque, lo contrario hubiera sido un escándalo de época. Salió el sobrero sin clase alguna en que, Morante, trabajador al máximo, quería sacar agua de un pozo seco; en su segundo, con un poquito más de fuerza, pero sin nada que se le pareciera a un toro bravo ha dado pases muy bonitos pero, eso mismo, lo hace frente a una farola y se lo aplaudimos de igual manera. Cuando no hay toro lo que haga el torero, por bonito que sea, queda reducido a la más grande porquería. Un pinchazo y otro sartenazo con el que dobló el toro dio paso a que le pidieran la oreja, un trofeo pueblerino que nada aportará a su carrera. Es cierto que veníamos con el llamado síndrome de Victorino por aquello de haber visto su corrida en Madrid y, todo lo demás nos pareció pura estafa en Alicante.

Es curioso que, el torero que fracasó con estrépito en su presentación en Alicante, Juan Ortega, hizo lo mejor de la tarde. Cinco verónicas de ensueño que nadie olvidaremos, mientras que, el resto de su labor debemos de olvidarla muy pronto. Se dejó vivo el primero y se ridiculizó en su segundo. Que sonaran los tres avisos no tiene importancia alguna, el delito de Juan Ortega no fue otro que dejarse anunciar con semejantes burros desvalidos pero, así lo quiere el sistema y él ya forma parte del mismo. Juan Ortega tiene el entorchado de figura porque, ante todo, es un torero excepcional; un torero que se hizo figura el pasado año que no había toros; un torero que todos cuentan con él para los festines del fraude; un torero que se comprará un par de fincas en poco tiempo. Bueno, ahora le costará un poco más porque no va nadie a los toros y los sueldos serán muy reducidos pero, con todo y con eso, Ortega tiene pinta de ser un señorito andaluz gracias a su arte. Pese a todo, deseamos que el año que viene vuelva Ortega hasta Alicante pero, por favor, que venga con una corrida de toros, si tiene que venir como este año que se quede en su casa.

Pla Ventura