Es cierto que todos teníamos muchos ganas de ver toros y, la corrida de Ubrique nos tenía esperanzados. Era el primer festejo del año y, con lo que llevamos a cuestas, ver sonar el clarín nos sabía a gloria pura. Muchas eran las ilusiones y, unos minutos después de ver la corrida llegamos a la conclusión de que estamos dónde estábamos, es decir, soportando el medio toro sin fuerzas, sin alma y, por ende sin la más mínima emoción. Los toritos de Jandilla que habrán dejado en la gloria a su dueño, a los aficionados nos han dicho muy poco. Más que toros eran hermanitas de la caridad vestidas de negro. Apenas un puyacito porque las fuerzas de los animalitos eran justísimas. Y, como conclusión, ésta siempre es la misma, sin toro no hay emoción por mucho que se esfuercen los toreros.
Hemos visto a dos Pablo Aguado, el de su primer enemigo y el de su segundo. Paradojas de la vida pero, este hombre hoy se ha desdoblado y, en su primer animalito ha estado de auténtica pena; vamos que, ni se ha encontrado. Sin ideas, sin recursos, desdibujado y lo que es peor, sin alma, razón por la que tras matar de un estoconazo nadie ha dicho esta boca es mía. Nos ha dejado fríos como si estuviéramos en la Antártida y era Ubrique donde se celebrada el evento. Menos mal que, en su segundo, un santo varón con cuernos, Aguado ha estado sensacional. Sus pasajes con la muleta han tenido el encanto y el embrujo suficiente para que apenas nos diésemos cuenta del animalito que tenía enfrente, una pena de torito que, solo tenía bondad. Repito que, Aguado ha estado muy bien con ese bicorne; su arte ha resplandecido una vez más pero, todo eso queremos verlo frente a un toro con casta, por Dios. Ya está bien de parodias que, para nuestra desdicha las tenemos por doquier. Dos orejas se ha llevado Aguado que, por su arte las merecía, pero este chico debe de aspirar a más y no quedarse en un torerito del medio toro.
Rafael Serna ha tenido en su primero un animalito con un cierto picante que no le ha dejado estar como él hubiera querido. Mucha voluntad y ganas, valores que nadie le negará. Tras un espadazo le han dado una oreja pueblerina de verdad porque su labor no la merecía. En su segundo, sin apenas fuerzas pero con extrema bondad, Serna ha dibujado muletazos limpios pero, dudo mucho que se haga rico como torero. Mejores que él, caso de Iván García, tuvo que hacerse banderillero que, por cierto, esta tarde ha dado la medida de su grandeza como rehiletero.
Muchos son los llamados y pocos los elegidos. Corrida que no recordaremos en lo más mínimo que apenas nos ha sabido a nada, salvo los veinte muletazos de Pablo Aguado a su excelente colaborador que, más que un toro parecía uno de los toros que algunos diestros tienen para entrenar que funcionan mecánicamente, por tanto, de forma irreprochable. Yo diría que hemos asistido a un tentadero con público, pero poco más.
Como digo, Pablo Aguado debe de recapacitar y procurar que no le salgan muchas faenas como la primera que ha realizado que, como presagiamos, así le ocurrió en México, razón de sus fracasos en el país azteca. Y ese Pablo Aguado artista por los cuatro costado en su segundo enemigo, de igual modo debe de meditar porque ese arte hay que demostrarlo frente a un toro con casta, nunca con la burra tonta que, para colmo, los pitones de los toros olían a serrucho.
Pla Ventura.