Una vez más Juan Pedro ha dado la medida de lo que es una corrida amorfa, desclasada, sin el menor atisbo de casta, sin fuerzas y con toda la nobleza santificada que llevan siempre encima. Ha habido de todo pero, si me dejan elegir me quedo con el primero de Juan Ortega y con el segundo de Morante. Todo se ha maquillado con el «apoteósico» triunfo de Morante pero, en líneas generales la corrida ha sido una decepción en toda regla. La falta de fuerzas ha sido la tónica dominante de toda la corrida, cualquiera puede pensar que Juan Pedro les hace pasar hambre a sus animalitos. Donde en verdad triunfa Juan Pedro y eso no tiene relumbrón es con los cerdos ibéricos que cría puesto que, sus jamones están riquísimos y se los quitan de las manos, igual que lo toros, pero con los jamones con un gran fundamento.

Morante ha tenido un primer enemigo soso, deslavazado, sin fuerza alguna que, en cada intento del diestro lanzaba derrotes por la poca fuerza que tenía; un toro desaborio donde los haya, uno más que se suma a la larga lista de fracasos de este ganadero empecinado en criar el toro artista. En su segundo, un animalito con las fuerzas justas, Morante ha dado pases de categoría porque para eso es uno de los grandes artistas del momento pero, nunca olvidemos que el toro era un beato santificado, hasta el punto de que en un momento dado, Morante se ha quedado sin muleta y el animal, sin ninguna mala intención se ha dado una voltereta que, a no dudar, ha sido la noticia del año. Es verdad que cuando lo tenía a merced, el toro se ha ido porque no ha querido hacer leña del árbol caído. Aquí si que hay que felicitar a Juan Pedro porque como el mundo sabe, sus toros no hieren a nadie. Entre las poquitas fuerzas que tenía el toro, Morante ha dibujado muletazos extraordinarios como antes lo había hecho con el capote. Ha matado de un rotunda estocada y le han dado las dos  orejas, un premio excesivo pero que, era tanta la sequía que padecían en Sevilla que, había que premiar a Morante al  precio que fuere. Por cierto, me estoy acordando ahora de las declaraciones de Morante este verano cuando dijo que estaba harto de matar los toros de Juan Pedro y que se decantaba de una vez, hacia los toros encastados. Mató la de Torrestrella y la de Prieto de la Cal y esa misma noche llamó a Juan Pedro y le dijo: «Oye, Juan Pedro, donde dije digo, digo Diego, guárdame la camada entera que eso de la casta es muy peligroso. » Y así es la farsa que tienen montada para uso y disfrute de ellos mismos y para que la suframos los aficionados.

Juan Ortega ha tenido un primer enemigo colaborador y de una nobleza extraordinaria en la que ha dibujado una faena torerísima, yo diría lo mejor de  la feria, por ambos pitones ha estado totalmente artista como es este chico que, tiene arte para dar y regalar. El problema es que esos animalitos sin emoción alguna, sin el menor atisbo de casta aburren a Dios y a su padre. De todos modos, el chaval ha estado magnífico siempre, como digo, partiendo de la borreguez del toro.  Me ha llamado mucho la atención que, tras su bella faena, por un pinchazo previo a la estocada nadie le ha pedido la oreja; vamos, ni un solo pañuelo. Su segundo, sin apenas fuerzas, desclasado, moribundo y estúpido, no le ha permitido nada a Ortega que lo ha matado con brillantez. Si debo de confesar que, la primera faena de Ortega, pese a las condiciones del toro, por aquello del pinchazo y estocada para mi era de oreja porque, como vimos luego, a Morante le regalaron las dos.

Roca Rey ha sido el caricato de sí mismo. Ambos toros han sido de idéntica condición, sosos, aburridos, agarrados al piso, sin maldad alguna pero, amigo, eso no cala. Si lo hace Morante, por supuesto, pero que Roca Rey se ponga heroico ante semejantes burros desvalidos, eso es una estupidez sin paliativos. Por cierto, qué mal gusto tiene Roberto Domínguez a la hora de elegir a los toreros a los que apodera. Claro que, una cosa es el buen gusto, el arte, la calidad y otra muy distinta el dinero y tanto como hiciera con El Juli y ahora con Roca Rey, dinero lo hay. Siendo así, el vallisoletano pensará para sus adentros. ¡Qué coño pinta el arte en este asunto si lo que interesa es llevarnos el dinero! Y tiene razón. Pero debe de saber que apodera al torero que más mantazos les endilga a sus toros. Ese torero, con toros encastados que tuvieran emoción sería un fuera de serie, del modo que lo hace es un pegapases de mucho cuidado.